La Revoluciòn Popular

La movilización de las masas

Fue sobre todo la extraña noticia de la convocación de los Estados Generales la que conmovió al hombre del pueblo e hizo trabajar su imaginación. No sabía a punto fijo lo que eran ni qué podía resultar de la convocación, pero por lo mismo tenía más esperanzas. Así, se extendió entre las masas esa expectativa optimista que la idea de progreso había sugerido a la burguesía, sin que el espíritu crítico pudiera atenuar en ellas la fuerza de seducción. El carácter mítico de la Revolución se mostró desde el principio: iba a comenzar una nueva era en la que los hombres serían más dichosos. El realismo del campesino, sin embargo, no se mantuvo en el espejismo: puesto que el rey, en su bondad, quería conocer los males que abrumaban a su pueblo, se sobreentendía que el remedio se había acordado de antemano; en todo caso, mientras llegaba la decisión de los Estados Generales, mostró la resolución de no pagar ya impuestos ni tributos. En el transcurso de la primavera, nobles y sacerdotes se alarmaron en todas partes, y la resistencia de la aristocracia en los Estados Generales se-afirmó completamente.

La gran esperanza se asoció pues a un temor no menos vivo. Los privilegiados no renunciarían jamás voluntariamente a sus derechos. La impotencia de la Asamblea, atribuida a la obstrucción que aquéllos hacían, confirmó los recelos. Los nobles ejercían presión sobre el buen rey, y en caso de necesidad recurrirían a la fuerza llamando en su auxilio al extranjero: este peligro, que debía pesar con gran fuerza en la médula de la Revolución, fue presentido desde el principio. Así, desde muy temprano, el "complot aristocrático" obsesionó los espíritus.

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