La revolución campesina y el "Gran Miedo"

La revolución urbana, en efecto, repercutió en el campo en algunas sublevaciones populares caracterizadas por ejecuciones arbitrarias. En el Bocage normando, en la alta Alsacia, en una parte de Henao, no faltaron los saqueos, pero sobre todo se quemaron archivos señoriales; en el Franco Condado, en Macon-nais, los castillos fueron incendiados o saqueados. En las demás regiones nadie se atrevió a exigir nada en la época de la cosecha: pagó quien quiso hacerlo. El campesino no se detuvo en eso: las cercas fueron destruidas y los pastos comunales restablecidos, se tomó posesión de los bienes municipales sin consultar a nadie. Por supuesto, se dejó de pagar el impuesto y se detuvo la circulación de los granos. El granjero y el burgués fueron, llegado el caso, obligados a ayudar, y en Alsacia se persiguió a los judíos.
Como ocurría en París, los ánimos no se apaciguaban. ¿Qué no podía temerse de la aristocracia ultrajada? El conde de Artois, que había emigrado, iba a traer tropas extranjeras; en vísperas de la cosecha se temía más que nunca a los bandidos a sueldo, y cuando París y las grandes ciudades expulsaron a los mendigos, creció el rumor de su llegada al campo. En medio de esta ansiedad general, miedos locales, tales como los que ya se habían producido y para los que bastaba la aparición de algunos individuos en el linde de un bosque, se propagaron súbitamente entre el 19 de julio y el 6 de agosto desde distancias extraordinarias. El "Gran Miedo" no se propagó de ningún modo desde París por ondas concéntricas; no apareció por doquier el mismo día; no fue general: especialmente Bretaña y el bajo Languedoc no fueron casi afectados por él. Pero cinco pánicos "originales" dieron nacimiento ,a otras tantas corrientes que se diversificaron al infinito a través de la mayor parte del reino. Sus efectos fueron muy variables: en general, se empieza por huir; a menudo también la gente se provee de armas. Y los bandidos no dan señales de vida. Entonces sucede que se ataca al señor y que la revuelta agraria toma de pronto un nuevo impulso: así sucedió en el Delfinado, donde numerosos castillos se vieron envueltos en llamas; tres homicidios fueron cometidos en Bailón, cerca del Mans, y en Pouzin, en el Vivarais. El Gran Miedo acentuó pues la revuelta agraria, pero no era necesario para conmover al campesino; por iniciativa propia, éste se encargaba de su causa.

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