Abarcaba éste a todos los plebeyos, del rico al mendigo; la burguesía no constituía en él más que una pequeña minoría, pero que dirigió la Revolución y obtuvo el mayor provecho de ella. La burguesía no era homogénea. En primera fila estaban los financieros, cuyo papel había crecido al servicio del Estado: los Receptores generales, a los que éste encargaba de percibir los impuestos directos, los banqueros que alimentaban la Tesorería, los municioneros que proveían al ejército y la marina. Junto con la finanza, el comercio marítimo ofrecía el principal medio de hacer fortuna. Pero los negociantes no estaban rigurosamente especializados: podía vérseles simultáneamente como armadores, comisionistas, banqueros y manufactureros. La industria no tenia el predominio en la economía; la concentración de las empresas apenas empezaba y el capitalismo conservaba su forma comercial: era el negociante el que reclutaba la mano de obra rural; la manufactura misma no era indispensable más que en las ramas que exigían maquinaria costosa, como la tela estampada que Oberkampf fabricaba en JoUy, los productos químicos, el hilado mecánico del algodón. Así, pues, una gran parte de la producción quedaba en manos de artesanos, sea libres, sea agrupados en corporaciones. Según la dignidad de su oficio, formaban una pequeña y muy modesta burguesía. Trabajaban solos o con un pequeño número de obreros para la clientela local, pero el negociante se convertía en el cliente principal de un numero cada vez mayor de artesanos, y en la sedería lionesa la evolución ya había llegado a su término. Amena-lado en su independencia, el artesano, hostil al capitalismo y a menudo favorable a cierta reglamentación, proporcionará la mayor parte del partido sans-cullotte.
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