La autoridad del rey no había quedado indemne. Es sabido con qué éxito los tribunales soberanos le habían ganado la partida; los Parlamentos, haciéndose pasar por los representantes interinos de los Estados Generales, se atribuían la guarda de las "leyes fundamentales" y el derecho a aprobar el impuesto. El progreso de los Estados provinciales, sobre todo en Languedoc y Bretaña, no eran menos característicos, pues el alto clero y la nobleza eran en ellos los amos. Por otro lado, los intendentes no se ensañaban contra los grandes, como bajo Luis XIV: eran nobles de blasón que, al permanecer mucho tiempo en el lugar, trataban con la nobleza local y le guardaban consideraciones.
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