A pesar del ejemplo de algunos propietarios, la agricultura permanecía apegada a sus rutinas: se carecía de ganado por falta de cultivos forrajeros. Pero se habían conquistado los terrenos baldíos, y parece que en los años normales la agricultura bastaba para el consumo. El aumento de la población, que debió ser de tres millones durante los últimos treinta años del Antiguo Régimen, muestra que no había hambres propiamente dichas. No cabe duda que la economía estaba atrasada. Los campesinos constituían las cuatro quintas partes de la población; las manufacturas seguían siendo la excepción; la máquina de vapor no se empleaba más que en las minas de An-zin. Pero no por ello dejaba de figurar en el primer lugar después de Inglaterra y, con sus aproximadamente 23 millones de habitantes, Francia era el Estado más poblado de Occidente. Este progreso contribuye a explicar que la burguesía fuese allí más poderosa que en cualquier otra parte del continente, y que fuera la única clase capaz de organizar un nuevo orden. De un pueblo umversalmente miserable no hubieran podido surgir los jefes de una revolución triunfante. Empero, fue la miseria la que puso a su servicio la fuerza popular, y la contradicción no es más que aparente. Desde luego, si Francia era próspera como comunidad, las ganancias beneficiaban desigualmente a sus habitantes: mientras que los granos habían aumentado un 60 por ciento, el precio de arriendo había subido un 95 en provecho de los terratenientes, los cuales gozaban sin embargo en su mayoría de privilegios fiscales, y en cambió los salarios sólo habían subido un 22 por ciento. El incremento del comercio exterior se debía mucho menos al aumento de la producción nacional que al sistema colonial, y beneficiaba sobre todo a los negociantes y a los dueños de plantaciones. Después, a partir de 1778, la economía declinó. Una serie anormal de vendimias abundantes trajo como consecuencia una baratura catastrófica del vino, cuya producción, mucho más extendida que hoy en día, proporcionaba a una parte considerable de la población rural el principal artículo comerciable. En 1784 y 1785, upa sequía desastrosa diezmó el ganado. En la antigua economía, las calamidades agrícolas, al reducir el poder adquisitivo de las masas campesinas, desencadenaban las crisis industriales, las cuales empeoraban aún la condición de los rurales que trabajaban para los negociantes. El pueblo se halló asi a merced de una mala cosecha; ésta coincidió con la reunión de los Estados generales y lo movilizó contra el Antiguo Régimen.
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