El dinero ejercía pues sobre la aristocracia un poderoso atractivo. Sin él, el nacimiento no bastaba para hacer carrera, ni tan siquiera en el ejército, donde una capitanía y una coronelía costaban mucho. En la corte, la época de los cadetes de Gascuña había pasado. La alta nobleza, muy pródiga, estaba al acecho de canonjías jugosas y buscaba los favores reales. Algunos colocaban fondos en las empresas mineras e industriales; Talleyrand ya especulaba. Más a menudo los nobles se esforzaban por sacar provecho de sus campesinos: es lo que se llama "la reacción señorial". Así, la alta nobleza tendía a cercenar algunos miembros que por sus ocupaciones y género de vida se aproximaban a lá alta burguesía, mientras que en la baja otros elementos no podían ni siquiera sostener su rango. Mirabeau se descastó al vivir de su pluma; Chateaubriand suspiraba oscuramente por los acontecimientos que abrirían camino a su ambición: "Levantaos, tormentas deseadas". Tanto la alta nobleza como la pequeña proporcionaron a la Revolución ilustres auxiliares.
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