Todos los franceses deseaban vengarse de Inglaterra por los desastres de la Guerra de Siete Años, pero en 1774 la oportunidad para hacerlo no parecía próxima. Por el momento, se trataba de saber cómo se llevaría a la práctica la alianza austríaca. José II buscaba la manera de agrandar sus territorios, y en 1777, invocando derechos de sucesión, intentó desmembrar Baviera, a lo cual Federico II se opuso con las armas. ¿Qué actitud asumiría Francia? La reina, aleccionada por su madre, por el embajador, conde de Mercy-Argenteau, e incluso por José II, juien fue a París sólo con este fin, se inclinó obstinadamente en favor de su patria. Pero entre el personal diplomático y en la opinión pública la hostilidad hacia Austria permanecía viva. El propio Luis XVI, aunque no se proponía romper, permaneció frío; en este asunto al menos, no escuchó a la reina y sostuvo fielmente a su ministro.
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